Peter Fleischmann nunca quiso que lo catalogaran como integrante del Nuevo Cine Alemán, ni tampoco del Novísimo Cine Alemán: no le gustaban las etiquetas. Su libertad y su independencia dependían de su propio credo intelectual. Sin ser un moralista, sus puntos de vista sobre la Alemania que relanzó Konrad Adenauer y consolidó la SPD, tenía una fuerte discrepancia con su interpretación política. Cuando decide realizar “Escenas de caza en la baja Baviera”, asume que su argumento va ir a contracorriente del sentir general, paradójicamente, pese a él mismo, en la línea de sus propios compañeros de viaje (Alexander Kluge, Johannes Schaaf, Peter y Ulrich Schamoni, etc.). Fleischmann expone y presenta un universo en un pequeño pueblo bávaro, en la que la intolerancia, xenofobia, la homofobia y el racismo, conforman un microcosmos que provienen de los rescoldos del nazismo. Mientras los elementos que componen el Nuevo Cine Alemán, individualizan sus historias para acercar al espectador a sus propias contradicciones, Fleischmann encara el relato cinematográfico con afán denunciador de hechos que se producen en la sociedad bávara a finales de los años sesenta y que la SPD y la Democracia Cristiana, ocultan por mor de no volver a aquello que estaba enterrado en el recuerdo. “Escenas de caza en la baja Baviera” muestra de una forma coral la intencionalidad de que las secuencias queden grabadas en la conciencia del espectador. Quizás por ello, las fuerzas políticas que comandan la Alemania de 1968, no comulguen con las intenciones de Fleischmann.
Volker Schlöndorff y Reinhard Hauff, junto a Peter Fleischmann, son socios de una productora que se alejan deliberadamente de los presupuestos temáticos que definen el Nuevo Cine Alemán. Construyen sus propios argumentos para hostigar las limitaciones que surgen de un dirigismo ideológico contemplado en el Manifiesto de Oberhausen. “El joven Törless” y “Matías Kneissl”, una del año 1966 y la otra de 1970, completan con “Escenas de caza en la baja Baviera”, una trilogía que apunta al peligro de una Alemania nacionalista y henchida de los mismos males que la llevaron a su descomposición. Sin embargo, de las tres, “Escenas…” posee una mayor inmediatez en sus planteamientos. Es la más directa y por ende impacta mejor en el espectador avisado. La violencia desencadenante en la persecución del homosexual, no nos puede desviar que dicha violencia también está presente en el tratamiento de los inmigrantes turcos que trabajan allí. Si la matanza del cerdo quiere reflejar una metáfora, el comportamiento universal de los habitantes de la pequeña población, son en sí también una metáfora, que nos retrotrae a otros tiempos y otras actitudes. El valor de “Escenas…”, consiste en la actualidad que poseen sus imágenes. Nada ha cambiado tanto como el racismo y la xenofobia en nuestros días. El nacionalismo de Estado como el nacionalismo periférico entrañan un peligro que acentúa la importancia de atajarlo de inmediato, ya que de no ser así podemos reeditar los acontecimientos que pueblan los personajes de esta película excelente, y tan olvidada (o intencionadamente olvidada) por unos dirigentes de cuya mediocridad nos estamos lamentando y seguiremos lamentándonos.
Peter Fleischmann, de orientación francesa, no en balde colaboró con Jean Luc Godard, Agnès Varda y Jacques Demy, no ha vuelto a conseguir que su filmografía resplandeciese como lo hizo con “Escenas de caza en la baja Baviera”, obra cumbre del cine alemán y poseedora de alicientes suficientes para que se consiga ver en cine, televisión o DVD y no quedar postergada o escondida por ser demasiado explicita y esclarecedora. Martin Sperr, autor de la obra teatral en la que se basa la película y co-guionista, expuso en una entrevista en un diario francés, que resultó lamentable la acogida que tuvo el filme en Alemania. ¿Quizás por eso no se ha vuelto a exhibir en ningún medio de proyección? De todo lo antedicho nos remitimos a los comentarios que hiciera Fleischmann en el nº 106 de Positif, allí quedó constancia de todo lo que pensaba el director.
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